jueves, 23 de julio de 2009

Proustian Reminiscences

Leía hace unos días, en un blog de un joven crítico, como se establecía una relación entre uno de los últimos videojuegos, Liberty City, y la À la recherche du temps perdu de Proust, indicando como la representación obsesiva de la ciudad del juego se correspondía con la no menos obsesiva remembranza de los lugares vividos en el caso del francés. En mi opinión, y a pesar de ser un amante tanto de los videojuegos como Proust, el comentarista cometía tres graves errores.

El primero el mismo que cometió la primera generación de pintores abstractos (Kandinsky & Mondrian) al intentar explicar su nueva forma utilizando los conceptos de antaño, cuando lo que necesita una nueva forma es acuñar sus propios conceptos y no escudarse en las formulaciones antiguas, como si tuviera vergüenza y buscase excusarse. Un error en el que no cayó la segunda generación de abstractos (de Malevich en adelante) que sabían que su arte no necesitaba de muletas ni de componendas.

El segundo es general a la crítica nueva, enamorada por encontrar relaciones en todas partes, sin darse cuenta de que todos estamos a seis grados de separación, y que muchas de las relaciones que podemos encontrar no se deban a otra cosa que al azar y la casualidad, por ejemplo, si Swift renaciese y fuera crítico, sería capaz de demostrarnos que tanto Tarkovski como Bronson comparten los mismos fundamentos morales que se reflejan en su forma de filmar (un ejemplo de como la coincidencia en el tiempo no implica la alineación de ideales)

Por último pero no menos grave, es que el argumento en sí tampoco se sostiene. En efecto, en Proust tan importante como la descripción de lo visto es la descripción de lo sentido. En cierta manera los lugares narrados son irreales, porque su visión está teñida, deformada y distorsionada por los recuerdos y sentimientos de aquél que rememora, de manera que la forma en que esté lo narra, entremezclando como digo, lo real, lo imaginado y lo sentido es esencial a la novela y al Proustianismo, lo cual es inexistente en el juego, donde no hay esa narración añadida y la obsesión por el detalle no es más que un byproduct de los avances tecnológicos, disociada completamente de la mente creadora y sus experiencias.

¿Y a qué viene todo esto, se preguntarán los escasos lectores de este blog?

Simplemente a que mientras leía esta entrada intentaba buscar un ejemplo de otro medio completamente alejado donde la casualidad hubiera conseguido que se plasmara lo que para mí es la auténtica esencia de Proust, los recuerdos repentinos, enterrados durante años, que como rayos fulminan al que los rememora, rompen las esclusas de los sentimientos reprimidos y hacen descarrilar nuestra trayectoria vital (dicho así en modo cursi y florido)

Y dio la casualidad que lo encontré, en el episodios dos de una de las series de anime recién estrenadas este verano.

Hablo de Aoi Hana, y aquí les dejo la secuencia, para que juzguen si tengo o no tengo razón



























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