miércoles, 7 de abril de 2010

Divertimento

























El estar esperando a que comience la temporada de primavera de anime (que por cierto, parece estar bastante tocada por la crisis) tras una más que pobre temporada de otoño/invierno ha tendido un efecto positivo, el permitirme revisar producciones que tenía en la pila, como es el caso de la comentada aquí, Summer Wars, estrenada el año pasado.

Aunque no lo descubriera hasta vista la película, el estudio que la producía era Madhouse, lo que en estos tiempos ya es una etiqueta de calidad, y el director no era otro que Mamoru Hosoda, quien en 2006 se había descolgado con Toki o Kakero Shoujo (The Girl who leapt through time) una película que comenzaba en estilo de comedia juvenil, desarrollaba la premisa del título con un ritmo frenético e imprevisible, para dar un giro en el último y desembocar en drama, sin que se notarán las costuras entre las diferentes secciones y sazonando todo con una animación más que notable.

Summer Wars no desmerece en absoluto a su predecesora y en cierta manera es incluso mejor que la anterior, aunque se mantenga siempre en el nivel de la comedia y no llegue a desembocar en el drama, ni pretenda tocar temas profundos e importantes. Es precisamente esa sensación de ligereza, de divertimento, de juego al que se invita a participar al espectador, lo que permite que nos traguemos las más que patentes inverosimilitudes del argumento y entremos en el juego que se nos propone.

?He dicho inverosimilitudes? Lo cierto es que el argumento tiene multitud de giros y golpes de efectos, que incluso afectan, como ocurría con Toki o Kakeru Shoujo, al tono de la película, pues lo que empieza como comedia de enredo, basado en equívocos y suposiciones (el alma de toda la comedia, desde el inicio) acaba transformándose en una intriga de ciencia-ficción, en la que los sucesos en el mundo virtual al que acceden los personajes acaban teniendo un reflejo en el mundo real, lo cual dicho así podría bastar para apartar a muchos de los espectadores, al poderse pensar en la enésima reelaboración de la misma trama manida y agotada.

Sin embargo, lo que salva a la película y la hace convertirse en importante, aparte como digo de sus aciertos animados, próximos a la tradición americana de deformación cómica tan conocida de la Warner, es su retrato de personajes y como son perfectamente descritos, individualizados y representados por sus gestos habituales durante la primera mitad, en la que el espectador asume el papel del protagonista, el joven normal y urbano, repentinamente trasladado a una celebración de cumpleaños en la casa solariega de una inmensa familia, los representantes actuales de una antigua familia de señores feudales japoneses, de personalidades más que excéntricas y en cuya existencia actual siguen apareciendo tics del pasado, aprendidos por el estudio de la historia de su clan.

Una brillantísima introducción, pocas veces superada, no ya en el anime, sino en el cine de personajes reales, donde experimentamos la misma simpatía, atracción y fascinación que el protagonista siente por ese grupo de personas tan alejado de su experiencia cotidiana. Un auténtico enamoramiento que se convierte en el motivo que permite que sigamos los múltiples giros argumentales, las bolas con efecto que se nos lanzan, los repentinos santos en el tema y el modo de la película, al estar más interesado en como reaccionará ese grupo tan unido a lo que se le viene encima.

Un divertimento, como digo, casi circense, donde a cada instante se intenta llegar al más difícil todavía, hasta culminar en un auténtico castillo de fuegos artificiales, sin perder en ningún instante esa complicidad, esa cercanía humana que nos mantiene cautivados en todo instante.

2 comentarios:

Óscar dijo...

Estoy de acuerdo contigo.

A mí me interesa ese aire, por decirlo así, pseudo-kon -realidades alternas precisamente definidas; peso de la percepción virtual sobre nuestras vidas; cómo la organización/normalización de la red parasatia nuestra existencia emocional, cotidiana, etc.- de la historia que, unido a la representación de Oz como un espacio que parece expresar todo lo que Murakami aglutinase bajo la etiqueta de superflat -vale, porque Hosoda es su animador y es imposible no trazar paralelismos entre ésta y sus animaciones para Louis Vuitton-, le dan al filme un plus más allá del divertimento ligero y, de paso, enriquecen el relato de enamoramiento adolescente que florece con el desarrollo del relato.

¿Has llegado a ver Mushashi, escrita por Oshii?

Saludos!

David Flórez dijo...

Hay un detalle curioso que quizás desconozcas. Hosoda fue el director de la película de Digimon (los de "digievolucionan a") y ha señalado en varias ocasiones como ha tomado elementos de esa obra anterior y les ha dado un nuevo aire, cosa en que se nota en la edad de los protagonistas, en el modo de alta comedia de la cinta (me llevé una gran sorpresa al ver como evolucionaba) y, por supuesto, en la descripción de Oz, tan cercana a lo que podría ser la internet de mañana mismo.

Y es cierto que Oz es otro de los grandes aciertos de la cinta, entre otras cosas por ese juego constante entre lo que eres en el mundo real y lo que aparentas en el mundo virtual, con sus parecidos y diferencias, y especialmente por que consigue transitar entre ambos con una facilidad pasmosa, y que te lo creas, claro.

Un divertimento en el mejor sentido (al igual que podría llamarlo comedia de altos vuelos) que supone un espectador inteligente capaz de captar los muchos matices y guiños del argumento y de la presentación

No, no he llegado a ver musashi, no está disponible en los "canales habituales"