miércoles, 20 de octubre de 2010

Pleasure Of Movement (y II)












Esta entrada debería ser muy corta. En realidad le bastarían las capturas para expresar completamente lo que quisiera decir. Pero ¡Ay! que en contra de lo que afirman algunos teóricos del cine, las imágenes son esencialmente ambiguas y se hace necesario introducir la palabra para que las intenciones queden claras, a menos, claro ésta, que la auténtica intención sea permitir la libertad interpretativa.

El caso, como comentaba la semana pasada, es que la película de Eve no Jikan se las arregla para ser mejor que la serie original, aún cuando son los mismos episodios que ya se pudieron ver, recosidos con algunas escenas de transición. En cierta manera, el poder verlos todos de una sola tacada les otorga una unidad que faltaba en su emisión mensual y, sobre todo, permite que el efecto de lo ya visto se vaya acumulando, hasta estallar en momentos muy determinados.

Pero  no es esto lo que quería señalar, tampoco fue lo que motivó la entrada anterior, ni la razón tras las capturas que encabezan estas anotaciones. Lo importante es darse cuenta de algo que vengo repitiendo una y otra vez en este blog, de manera más o menos clara: la esencia de la animación es la reproducción del movimiento. El placer infantil, la ilusión siempre renovada, cuando se contempla como lo inanimado, el dibujo, el objeto, el muñeco, cobra vida ante nuestros ojos, remedando nuestros actos cotidianos, para obligarnos a observar esos actos, gestos y movimientos, que por habituales habíamos olvidado por entero, como si fueran completamente nuevos, como si se creasen en ese mismo momento ante nuestros ojos, para nuestro gozo y disfrute.

O como en este caso, para que observemos como los sentimientos más complejos y profundos, la repentina compasión, el deseo de romper las barreras entre los cuerpos, el súbito miedo a ser rechazados y la aceptación resignada de los imposibles, se resumen en la trayectoria de una mano.

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