domingo, 25 de septiembre de 2016

La lista de Beltesassar (CXLIV): Men in the Park (1971) George Geetsten












Como todos los domingos, continúo mi con revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Men in the Park (Personas en el parque),  realizada en 1971 por el animador canadiense George Geersten para la NFB (National Film Board) del Canadá

Les he hablado ya demasiadas veces del efecto beneficioso para la animación que esta institución estatal canadiense ha tenido durante más de setenta años. No voy a insistir más, sólo recordarles que sin ella gran parte de la producción vanguardista/experimental de la segunda mitad del siglo XX no habría podido ser, o habría encontrado mayores dificultades. Men in the Park es un buen ejemplo de los riesgos a los que se enfrentaba la NFB a la hora de financiar y distribuir estos cortos, ya que se trata de una obra anarrativa, un producto que se propone mirar, observar y describir, no contar una historia, dar una lección o imponer una moraleja.

Este camino por liberarse de las servidumbres de un guión ha sido seguido por todos los grandes directores del siglo XX, ya desde que Antonioni empezase a introducir digresiones y apartes, caminos sin salida y hechos inexplicados en la trama de sus películas. Sin esa lucha por convertir el cine en un auténtico arte del mirar, la historia de esa forma artística quedaría incompleta, amputada de lo que más ha importante ha sido en su evolución reciente, hecha excepción de los avances técnicos. Siendo polémico, incluso podría decirse que la animación ha sido incluso más radical que el cine tradicional en esta tarea de desbrozar y trazar nuevos caminos, de cartografiar nuevos territorios.

Una exageración, sí, pero muy justa y apropiada. Al contrario que el cine fotográfico, por llamarlo así, la animación es capaz de integrar cualquier otro arte en su estructura, sin que se produzcan estridencias o discordancias. No es ya que el dibujo o la pintura sean el material de partida de su trabajo, es que mediante la animación se consigue solucionar definitivamente uno de los problemas fundamentales de ese arte - y de la escultura -: la ilusión verosímil del movimiento, sin recurrir a trucos y artimañas. Por otra parte, la relación  entre música y animación es de iguales, no se trata de que una ilustre a la otra, que cuente o muestre lo que la otra es incapaz de expresar, sino que se puede comparar a una pareja de baile, cuyos componentes deben saber anticipar los movimientos del otro, responder a ellos, acompañarlos e incluso provocarlos.

Esto nos conduce a la esencia de la animación - aunque esta palabra, esencia, me siga resultando repelente. El auténtico gozo de la animación no surge de ver una historia narrada en imágenes, ni de su concordancia con una realidad exterior o una fantasía imaginada. Su perfección estriba en la reproducción del movimiento, en que lo que contemplamos diariamente sin prestarle atención alguno, sea recreado de manera nueva e inolvidable. Que esos trazos, esos colores, nos despierten a la contemplación del mundo, a vivir en él de manera consciente.

Básicamente, lo que hace Geertsen en esta compilación de pequeñas escenas ciudadanas, durante el paseo banal e intranscendente de un jubilado por los parques de su barriada.

No les entretengo más. Como siempre aquí les dejo el corto. Aunque no es perfecto, merece que se le dedique atención, si sólo por indicar esas vías artísticas tan necesarias que nunca - o casi nunca - son seguidas por la animación comercial.

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