martes, 4 de octubre de 2016

Leyendo a Camus (IX): L'Homme Revolté

On estimera peut-être qu'une époque qui, en cinquante ans, déracine, asservit ou tue soixante-dix millions d'êtres humains doit seulement, et d'abord, être jugée. Encore faut-il que sa culpabilité soit comprise. Aux temps naïfs où le tyran rasait des villes pour sa plus grande gloire, où l'esclave enchaîné au char du vainqueur défilait dans les villes en fête, où l'ennemi était jeté aux bêtes devant le peuple assemblé, devant des crimes si candides, la conscience pouvait être ferme, et le jugement clair. Mais les camps d'esclaves sous la bannière de la liberté, les massacres justifiés par l'amour de l'homme ou le goût de la surhumanité, désemparent, en un sens, le jugement. Le jour où le crime se pare des dépouilles de l'innocence, par un curieux renversement qui est propre à notre temps, c'est l'innocence qui est sommée de fournir ses justifications.
Albert Camus, El Hombre rebelde
Se pensará quizás que una época que en cincuenta años ha desenraizado, esclavizado o matado setenta millones de seres humanos debe sólo y ante todo ser juzgado. Pero aún más necesario es comprender su culpabilidad. En los tiempos inocentes en que un tirano arrasaba ciudades por aumentar su gloria o que el esclavo encadenado al carro del vencedor desfilaba por ciudades engalanadas o que el enemigo era arrojado a las bestias ante la asamble del tiempo, ante esos crímenes tan sinceros la consciencia podía mantenerse firme y el juicio claro. Pero los campos de concentración credos bajo la bandera de la libertad, las masacres justificadas por amor al hombre o el deseo del superhombre, dejan desamparado el jucio. El día en que el crimen se engalana con los despojos de la inocencia, en una curiosa inversión propia de nuestro tiempo, es la inocencia quien es convocada a presentar sus justificaciones

 L'Homme Revolté es un libro capital dentro de la producción literaria de Camus... y curiosamente, el único que me perdí en mi contacto juvenil con la obra de este escritor. El lugar central que ocupa este ensayo sobre la revolución y la rebelión se debe a dos factores principales. El primero es que con él se cierra la década prodigiosa que se había iniciado con L'Étranger. De L'Homme Revolté en adelante, la obra de Camus abandona casi por completo su carácter político y social, para tornarse más lírica y personal. Se abre así un periodo de reevaluación estilística y búsqueda de un nuevo equilibrio, sea éste el que fuera, en el que abundan los escritos fallidos, tan propios de un tiempo de transición. Ese giro dio lugar a que muchos pensaran que Camus ya era un escritor quemado, cuya llama se había apagado definitivamente.

Que no era el caso es evidente a posteriori cuando se lee L'Exil et le Royaume, y más aún con Le Première Homme, pero esta última obra debía quedar inédita e inacabada tras la muerte de Camus en accidente de coche. Dejando esto a un lado, el segundo factor determinante de L'Homme Revolté es que constituye la expresión filosófica del dilema que recorre toda la obra anterior de Camus. Este dilema es en realidad una paradoja que puede resumirse en dos proposiciones principales: a) La historia de Europa en los siglos XIX y XX es una continua lucha - una revuelta - contra la injusticia y la opresión; b) Esta lucha, triunfe o fracase, lleva inevitablemente a nuevas injusticias y renovadas opresiones. Peores incluso que cualquiera de las pasadas, puesto que las modernas se arropan en los ropajes de la libertad y la igualdad, justificando con esos conceptos - o un tiempo futuro en el que se harán realidad - las atrocidades que se cometan en su nombre.



Esta paradoja no es paralizadora, sin embargo. En nuestro tiempos modernos, atrapados en el doble pantano del postmodernismo y la derechización acelerada de nuestras sociedades, el descubrimiento de la falsedad de la revolución ha llevado a rechazar la rebeldía por completo. Ambos movimientos postideológicos se caracterizan por un inmovilismo que acepta lo existente y elige no cambiarlo, bien porque no supondrá ni existe una diferencia,  caso del posmodernismo, bien por que las cosas ya están bien como estaban, caso de la derecha renovada. La postura de Camus es radicalmente opuesta a ambas. Para él lo que es ahora es erróneo, en tanto contiene y perpetúa el sufrimiento humano. La rebeldía, por tanto, está y sigue justificada, puesto que sigue siendo necesaria una labor liberadora del mundo. Lo que no está justificado es crear nuevas cárceles para substiir las antiguas, ya que estos medios invalidarían cualquier esfuerzo de rebeldía.

Para Camus, por tanto, la nobleza de unos fines sólo se mantiene si los medios que se utilizan para conseguirlos están a la altura de los ideales iniciales. Esto no significa, sin embargo, que el escritor sea un apóstol de la no violencia o que se convierta en uno de esos reformistas modernos que piden paciencia eterna a las masas, demasiado frecuentemente para que se callen y no molesten. No, para Camus la opresión y la miseria exigen una solución urgente y definitiva, y si esto obliga a utilizar la violencia, así debe ser. No obstante, ese uso de la violencia en nombre de la justicia no supone un cheque en blanco. Es una solución de último recurso y quien la utilice debe aceptar dos condiciones: en primer lugar, no usarla de forma indiscriminada, atacando a culpables e inocentes por igual; en segundo lugar, aceptar que él mismo, una vez pasado este estado de excepción, debe ser juzgado y condenado por sus crímenes, puesto que esos actos violentos así deben considerarse en la sociedad liberada.

Este juicio estricto le lleva a condenar de plano la evolución histórica de la izquierda durante los siglos XIX y XX. No porque no tuvieran razón en su lucha o ya no fuera necesaria en algún momento, sino porque todos esos radicalismo, de los jacobinos a los bolcheviques, en un cierto instante se dejaron contagiar por la tentación del nihilismo absoluto. Es decir, que la sociedad y el hombre nuevo sólo se podrían conseguir destruyendo todo lo antiguo sin dejar rastro, al mismo tiempo que se eliminaba a todos los seres humanos, puesto que ninguno, ni siquiera el más virtuoso, se ajustaba al ideal. Ése y no otro, es el mecanismo que alimenta la lógica de la guillotina durante el Terror, el Gulag estalinista o la revolución cultural de Mao.

Ese ataque de Camus contra la falsedad de la izquierda radical ya levantó ampollas en su tiempo, una época, no se olvide, en que los intelectuales marxistas estaban más que dispuestos a disculpar la opresión del régimen soviético, en aras del esplendoroso futuro que pronto llegaría. Un estado de cosas, el de la violencia revolucionaria, que se prentendía transitorio - como exigía Camus - pero que terminaba por convertirse en permanente, puesto que siempre surgían nuevos enemigos contra el paraíso socialista, fueran reales o imaginados.  
Por otra parte, en nuestro presente, el rechazo de Camus contra la impostura de la izquierda revolucionaria ha sido utilizada por demasiados conversos liberales para condenar sin paliativos a toda la izquierda y a todo intento de rebeldía y oposición. Una conclusión ajena al pensamiento de Camus, quien no olvida señalar también la aberración de los radicalismos de derechas del periodo de entreguerras. Ésos, precisamente, tan queridos y estimados por nuestros modernos liberales tan lenguaraces y tan descafeinados.
Le même raisonnement s'applique à la violence. La non-violence absolue fonde négativement la servitude et ses violences ; la violence systématique détruit positivement la communauté vivante et l'être que nous en recevons. Pour être fécondes, ces deux notions doivent trouver leurs limites. Dans l'histoire considérée comme un absolu, la vio-lence se trouve légitimée ; comme un risque relatif, elle est une ruptu-re de communication. Elle doit donc conserver, pour le révolté, son caractère provisoire d'effraction, être toujours liée, si elle ne peut être évitée, à une responsabilité personnelle, à un risque immédiat. La violence de système se place dans l'ordre ; elle est, en un sens, confortable. Führerprinzip ou Raison historique, quel que soit l'ordre qui la fonde, elle règne sur un univers de choses, non d'hommes. De même que le révolté considère le meurtre comme la limite qu'il doit, s'il s'y porte, consacrer en mourant, de même la violence ne peut être qu'une limite extrême qui s'oppose à une autre violence, par exemple dans le cas de l'insurrection. Si l'excès de l'injustice rend cette dernière impossible à éviter, le révolté refuse d'avance la violence au service d'une doctrine ou d'une raison d'État.
El mismo razonamiento es aplicable a la violencia. La no violencia absoluta construye pasivamente la servidumbre y su violencia; la violencia sistemática destruye activamente la comunidad viva y el ser que recibimos. Para ser fecundos, ambas nociones deben tener límites. En la historia considerada como un absoluto, la violencia es legitima; como un riesgo relativo, es una ruptura de la comunicación. Debe conservar, para el rebelde, un carácter provisional de infracción, estar siempre ligada, si no se puede evitar, a una responsibilidad personal, a un riesgo inmediato. La violencia del sistema se convierte en el orden; es, en un sentido, cómoda. Führerprinzip o Razón Histórica, cualquiera que sea el orden que la funda, reina sobre un mundo de cosas, no sobre los hombres. Al igual que la rebeldía considera el asesinato como el límite que, si se llega a él, debe consagrarse muriendo, de la misma manera la violencia no puede ser otra cosa que un hecho extremo que se opone a otra violencia, por ejemplo, en el caso de un insurrección. Si el exceso de la injusticia hace imposible evitar esta última, el rebelde rechaza de antemano la violencia al servicio de una doctrina o dela razón de estado.

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