sábado, 30 de noviembre de 2013

A Proust Odissey: Albertine Disparue (III)

Le monstre à l'apparition duquel mon amour avait frissonné, l'oubli,avait bien, comme je l'avais cru, fini par le dévorer. Non seulement cette nouvelle qu'elle était vivante ne réveilla pas  mon amour, non seulement elle me permit de constater combien était déjà avancé mon retour vers l'indifférence, mais elle lui fit instantanément subir un accélération si brusque que je me demandai rétrospectivement si jadis la nouvelle contraire, celle de la mort d'Albertine, n'avait pas inversement, en parachevant l'ouvre de son départ, exalté mon amour et retardé son déclin. Oui maintenant que la savoir vivante et de pouvoir être réuni à elle me la rendait tout d'un coup si peu précieuse, je me demandais si les insinuations de Françoise, la rupture elle-même, et jusqu'à la mort (imaginaire mais crue réelle) n'avaient pas prolongé mon amour, tant les efforts de tiers et même du destin pour nous séparer d'une femme ne font que nous attacher à elle. Maintenant c'était le contraire que se produisait, D'ailleurs j'essayai de me la rappeler, et peut-être parce que je n'avais plus qu'un signe à faire pour l'avoir à moi, le souvenir qui me vint fut celui d'une fille déjà grosse, hommasse, dans le visage fané de laquelle saillait déjà comme un graine, le profil de Mme de Bontemps. Ce qu'elle avait pu faire avec Andrée ou d'autres ne m'intéressait pas. Je ne souffrait plus du mal que j'avais cru si longtemps inguérissable, et au fond j'aurais pu le prévoir.

El monstruo ante cuya aparición mi amor había temblado, el olvido, había terminado por devorarlo, tal y como yo lo había creído. No era ya que la noticia de que ella estuviera aún viva no despertase mi amor, no era ya que eso me permitiese constatar cuanto había avanzado mi vuelta hacia la indiferencia, sino que eso me hizo experimentar una aceleración tan brusca que me preguntaba retrospectivamente si entonces la noticia contraria, la de la muerte de Albertine, no había por el contrario, al culminar la obra  de su partida, exaltado mi amor y retrasado su declive. Si ahora el saberla viva y el poder reunirme con ella me la tornaba de tan poco valor, me preguntaba si las insinuaciones de Françoise, incluso la ruptura, incluso la muerte (imaginaria pero concebida como real) simplemente habían prolongado mi amor, como si los esfuerzos de otros e incluso el destino por separarnos no hubieran hecho otra cosa que unirnos aún más. Ahora sucedía lo contrario. Intentaba traerla a mi recuerdo y quizás por sólo bastaba una seña para tenerlea a mi lado, el recuerdo que venía a mi mente era el de una mujer gorda, machorra, de rostro marchito del que brotaba el perfil de Mme. de Bontemps. Lo que podío haber hecho con Andrée o con otras ya no me interesaba. Ya no sufría de ese mal que durante largo tiempo había creído incurable, y en realidad habría debido prever ese resultado.

En mis anotaciones sobre Albertine Disparue he hablado varias veces de las tres muertes de Albertine. La primera es la ruptura, cuando el tiempo empieza a contarse desde el día en que ella nos abandono y poco a poco, la eternidad y la realidad van aniquilando esa vida en común que parecía ser nuestro único destino, hasta que la separación se convierte en nuestro único espacio y tiempo, como si el otro no fuera más que un sueño o un ensueño. La segunda muerte, más radical y definitiva, es por supuesto, la muerte del ser amado, su translación a un mundo al cual no tenemos acceso alguno, puesto que la existencia de esa persona ha sido completamente borrada del tiempo y el espacio que habitabamos, como si no fuera otra cosa que un personaje de novela.

Queda aún, no obstante, la última muerte. Aquella en que nos transformamos en los asesinos, aunque sea virtuales, de aquellos que proclamábamos amar más que nuestra propia vida.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Under the Shadow of Postmodernism (VIII)

In 1412 Castile and the Crown of Aragon came to be ruled by closely related members of one family, The Trastámaras, with Ferdinand of Antequera as king of Aragon, and John II, his young nephew, as king in Castille. Illegitimate by birth having come to throne by assassination, the Trastámaras - Isabella and Fernando were direct descendants of Henry of Trastámara - fought against great odds while slowly building the foundations of Spain's hegemony in Europe and the known world in the early modern period. If the particular stories of Castile and the Realms of Aragon were strongly linked in cycles of familial alliances and violent antagonisms before 1412, by the early fifteenth century their stories became inexorably intertwined. In spite of frequent marriages between the two branches of the family throughout the fifteenth century - incestuous ties one may call them - of which the fabled union of Isabella and Ferdinand was only the most productive, the relations between the two realms were anything but peaceful. In reality any hope of a working partnership seemed nearly impossible.

Teófilo F. Ruiz, Spain's Centuries of Crisis.

Continuando con la revisión de la historia de España dirigida por John Lynch - ya casi estamos en el punto donde se recupera la sincronía con la de Crítica/Pons, cuya comparación era el motivo principal de esta entrada - este tomo se centra en los dos últimos siglos de la Iberia Medieval, 200 años que a pesar de su son habitualmente descuidados, cuando no sencillamente despreciados.

Como bien indica el título del libro de Teófilo F. Tuiz, el principal problema para los diferentes nacionalismos de esta península es que se trata de un tiempo de crisis. El reíno de Castilla, tras su expansión triunfal por el sur de España en el siglo XIII, fue incapaz de completar la conquista del reíno moro de Granada y aún tuvo que sufrir los constantes ataques de los Benimerines, cuya derrota le llevó la primera mitad del siglo XIV. Únase a esto que la historia de este reíno en los siglos XIV y XV es una larga lista de regencias y minorías reales, reyes débiles, validos y continuas rebeliones nobiliarias, así como una cruenta guerra civil que se transforma en un conflicto internacional en el marco de la Guerra de los Cien Años, y se comprenderá que los propagandistas del Imperio del XVI no hayan mirado con buenos ojos a ese tiempo.

De manera análoga, la corona de Aragón sufre un parón similar. Tras la espectacular creación de su imperio mediterráneo al final del siglo XIII, tras la cual la historia de Cerdeña, Sicilia y Nápoles se vuelve inseparable de la del reino peninsular, los dos siglos posteriores son una larga serie de reveses y reintentos, de guerras infructuosas y divisiones patrimoniales, que sólo alcanzarán una conclusión en forma de unión permanente y definitiva en tiempo de los Reyes Católicos y el Gran Capitán. A este complejo y enrevesado discurrir histótico, poco atractivo a los ojos de los propagandistas nacionales, hay que unir que la parte económicamente más activa en el siglo XX y XXI de la antigua corona aragonesa, Cataluña, cae en una profunda crisis durante todo este periodo quedando reducida a un papel secundario, sin contar que los problemas estructurales de la corona común acaban por tornar la unión en casi ingobernable.

Aún así, la historía de Castilla y Aragón no sería muy distinta de la del resto de Europa en estos siglos: la larga crisis que pone punto final al mundo medieval pleno del siglo XIII y pone los fundamenos de la Europa renacentista y de los estados modernos. De hecho, si se mira con atención, en realidad el siglo XVI acabaría siendo un tiempo mucho más tumultuoso, confuso y descorazonador que los dos que le antecederion, ya que muchas de las esperanzas creadas por el humanismo de finales del XV acabarían siendo destrozadas por la Reforma y la Contrarreforma subsiguiente, culminando en la inmensa matanza universal de la Guerra de los treinta años. Sin embargo, y en el caso de la península Ibérica, existen unos protagonistas incómodos - pero insoslayables - que han sido desde siempre objetivo común de los dardos y los insultos de los diferentes nacionalismos peninsulares.

Se trata, como pueden imaginar de los Trastámara. La familia de bastardos reales que acabó siendo la dinastía gobernante de casi todos los reinos ibéricos.

sábado, 23 de noviembre de 2013

A Proust Odissey: Albertine Disparue (II)

C'est même tout à fait la même chose. Car la femme qu'on revoit quand ne l'aime plus, si elle vous dit tout, c'est qu'en effet ce n'est plus elle, ou que c'est ne plus vous: l'être qui a rendu tout aisé et tout inutile. Je faisais ces réflexions, me plaçant dans l'hypothèse où Andrée était véridique - ce qui était possible - et amenée à la sincérité envers moi précisément parce qu'elle avait maintenant des relations avec moi, par ce côte Saint-André-des-Champs qu'avait eu au début avec moi Albertine. Elle y était aidée dan ce cas par le fait qu'elle ne craignait plus Albertine, car la réalité des êtres ne survit pour nous que peu de temps après leur mort, et au bout de quelques années ils sont comme ces dieux des religions abolies qu'ont offense sans crainte parce qu'on a cesse de croire a leur existence. Mais qu'Andrée ne crût plus à la réalité d'Albertine pourrait avoir pur effet qu'elle ne redoutât plus aussi bien que de trahir une vérité qu'elle avait promis de ne pas révéler, d'inventer un mensonge qui calomniait rétrospectivement sa prétendue complice. Cette absence de crainte lui permettait-elle de révéler enfin, en me disant cela, la vérité, ou bien d'inventer une mensonge, si, pour quelque raison, elle me croyait plein de bonheur et d'orgueil et voulait me peiner?

De hecho, es incluso lo mismo. Porque la mujer que se vuelve a ver cuando ya no se la ama, si os dice todo, es que en efecto ya no es ella, o que ya no eres tú: el ser que ha convertido todo en cómodo y todo en inútil.  Hacía esas reflexiones, me proponía la hipótesis de que Andrée era sincera - lo cual era posible - e inclinada a la sinceridad conmigo precisamente porque ella tenía relaciones conmigo en ese momento, por ese aspecto Saint-André-des-Champs que había tenido al principio conmigo Albertine. Le ayudaba el hecho de que ella no temía más a Albertia, porque la realidad de un ser no sobrevive mucho para nosotros tras su muerte, y tras unos cuantos años son como esos dioses de la religiones abolidas a los que se ofende sin temor porque se ha dejado de creer en su existencia. Pero que Andrée ya no creyera en la realidad de Albertine podía tener como efecto que tampoco temiera traicionar una verdad que había prometido no revelar, inventando un mentira que calumniase retrospectivamente a su antigua cómplice. ¿Esta falta de temor le permitía revelarme al fin, diciéndome aquello, la verdad, o bien inventaba una mentira, si, por cualquier razón, me creía pleno de felicidad y de orgullo y que quería hacerme daño?

 Hablaba en la entrada anterior de la muerte en tres tiempos de Albertine que constituye el núcleo central de Albertine Disparue. La primera muerte es por supuesto el final de su convivencia, mejor dicho, la idea, la certeza que una vez separados, esa vida común tiene la misma consistencia que un sueño del que se acaba de despertar, mientras que el estado de vigilia es un mundo donde esa relación no existe, ni existirá, puesto que el paso del tiempo sólo servirá para confirmar la posibilidad, la realidad de una vida en separado, en la que cada uno de los miembros de la pareja descubrirá que le está permitido vivir sin el otro, y que en realidad, ése y no otro es el estado que asegura su auténtica felicidad.

La segunda muerte es la muerte física de Albertine, su desaparición de este mundo y su conversión en un ser irreal, inalcanzable, inasible, de la misma consistencia que esos sueños cuyo recuerdo se desvanece al despertar, casi antes de que tengamos consciencia de ellos. Desaparición de una persona, del cuerpo, del objeto que representa esa persona que acarrea inevitablemente la de todos aquellos sentimientos que asociábamos con ella, hasta que al final no es que esa persona y su relación con nosotros nos sea completamente indiferentes, sino que simplemente nunca volvemos a recordarla, es extirpada por el olvido de nuestras vidas, hasta el punto que ningún suceso, ninguna ocurrencia podrá volverla a resucitar, aunque sea sólo por unos instantes, aunque sea sólo como fantasma sin rostro en nuestro recuerdo - como ocurre con todas aquellas personas que fueron nuestros amantes en otro tiempo y la que no hemos vuelto a ver en mucho tiempo, cuya evocación, si acusa ocurre, es en forma intercambiable e indefinible, como maniquí único al que se le puede vestir con cualquier ropa que encontremos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

A Proust Odissey: Albertine Disparue (I)

Ce même vide que je sentais dans ma chambre depuis qu'Albertine était partie et que j'avais cru combler en serrant des femmes conte moi, je le retrouvais en elles. Elles ne m'avaient jamais parlé, elles, de la musique de Vinteuil, des Mémoires de Saint Simon, elles n'avaient pas mis un parfum fort pour venir me voir, elles n'avaient joué à mêler ces cils aux miens, toutes choses importantes parce que elles permettent, semble-t-il, de rêver autour de l'acte sexuel lui même et de se donner l'illusion  de l'amour, mais en réalité parce qu'elles faisaient partie du souvenir d'Albertine et que c'était elle que j'aurais voulu trouver. Ce que ces femmes avaient d'Albertine me faisait mieux ressentir ce que d'elle il leur manquait, et qui était tout, et qui ne serait plus jamais puisque Albertine était morte. Et ainsi mon amour pour Albertine, qui m'avait attiré vers ces femmes, me las rendait indifférentes, et mon regret d'Albertine et la persistance de ma jalousie, qui avaient déjà dépassé par leur durée mes prévisions les plus pessimistes, n'auraient sans doute jamais changé beaucoup si leur existence, isolée du reste de ma vie, avait seulement été soumise au jeu de mes souvenirs, aux actions et réactions d'une psychologie applicable à des états immobiles, et n'avait pas entraînée vers un système plus vaste où les âmes se meuvent dans le temps comme le corps dans l'espace. Comme il y a une géométrie dans l'espace, il y a une psychologie dans le temps, où les calculs d'une psychologie plane ne seraient plus exacts parce qu'on n'y tendrait pas compte du Temps et d'une des formes qu'il revêt, l'oubli; l'oubli dont je commençais à sentir la force et qui est un si puissant instrument d'adaptation a la réalité parce qu'il détruit peu à peu en nous le passé survivant qui est en constante contradiction avec elle. Et j'aurais vraiment bien pu deviner qu'un jour je n'aimerais plus Albertine.

Ese mismo vacío que sentía en mi habitación tras la marcha de Albertine y que había creído colmar abrazando a otras mujeres, lo reencontraba en ellas. Ellas nunca me habían hablado, ellas, de la música de Albertine, de las memorias de Saint-Simon, ellas nunca se habían puesto un perfume fuerte para venir a verme,  nunca había jugado a enredar sus pestañas con las mías, actos importantes porque permiten, me parecía, soñar alrededor del acto sexual e incluso tener la ilusión del amor, pero en realidad porque formaban parte del recuerdo de Albertine y porque era ella a quien quería encontrar. Lo que esas otras mujeres tenían de Albertine me permitía notar mejor lo que les faltaba de ella, que era todo y que ya no sería porque Albertine estaba muerta. Y así mi amor por Albertina y la persistencia de mis celos, cuya duración había superado mis previsiones más pesimistas, sin duda no habrían cambiado mucho si su existencia, aislada del resto de mi vida, sólo hubieran estado sometidas al juego de mis recuerdos, a las acciones y reacciones de una psicología aplicable a estados inmóviles y no hubiera derivado hacia un sistema más vasto, donde las almas se mueven como en el tiempo como los cuerpos en el espacio. Al igual que hay una geometría del espacio, hay una psicología del tiempo, donde los cálculos de una psicología plana no serían exactos puesto que no tendrían en cuenta el tiempo como una de las formas que revisten, el olvido, el olvido del que comenzaba a sentir la fuerza y que es si un instrumento tan poderoso de adaptación a la realidad es porque destruye poco a poco el pasado sobreviviente que está en contradicción permanente con él. Y yo habría debido adivinar que un día ya no amaría a Albertine.

La Prisonnière concluía con el anuncio de la marcha de Albertine, asqueada, suponemos, por el encierro y la continua tortura psicológica a la que el narrador de À la recherche...  la sometía. Tal suceso debería haber supuesto una liberación para ambos, especialmente para el protagonista, dado el cansancio que esa relación le provocaba y que una y otra vez nos había restregado a lo largo de esa novela. Sin embargo, como bien señalaba Oscar Wilde, ten cuidado con lo que deseas, porque puede ser que se te conceda.

Ese y no otro es el tema de Albertine Disparue (o La Fugitive, como prefieran)

viernes, 15 de noviembre de 2013

Under the Shadow of Postmodernism (y VII)

Only four years earlier the nobility had consented to the taxation of their  vassals until "the imperial business was completed". In the event, however, the empire hardly came into it. Men had been asking why Alfonso had failed to confront Charles of Anjou in Southern France. Cerveri de Girona lamented the decay of Castilian qualities. The question being asked was whether this was due to its king or its people ('del reys o de las regios'). But whichever way you looked at it, France was on top and the other underneath. Amongst other, Cerverì's co-jongleur Paulet de Marseilles was trobled that the king's brother D. Enrique was still in Charles of Anjou's prison where he had been languishing, none too uncomfortably, since his capture at the battle of Tagliacazzo. If Alfonso, a valiant and noble-hearted king, suffered him to remain there he would have deceived his admirers, and Spaniards failing to hasten to his assistance would be guilty of villainy and cowardice. Another account of the aftermath of that battle, related in the 1450 by Aeneas Silvius Piccolomini, reported how before his beheading, the marvellous boy Conradin took his gauntlet and 'falling flung to the host behind' this symbol of his "betrayed kingdom". Thus the charismatic grandson of Frederick II passed on whatever rights he enjoyed there to Infant Pedro of Aragon, at whose court he would be remembered as 'kin Conradin II'. It was the killing of him that brought to the surface the hatred of Charles and the Frenchmen that Pedro had harboured since boyhood.

Peter Linehan, Spain, 1157-1300, A Partible Inheritance

Durante este recorrido por la historia de la península ibérica, les he señalado ya en varias ocasiones el buen sabor que me estaban dejando los tomos medievales de la Historia de España dirigida por John Lynch. Desgraciadamente todo lo bueno se acaba y me he encontrado con un tomo, el escrito por Peter Linehan y centrado en el siglo XIII peninsular, que no puedo calificar de otra manera que patinazo.

El primer error es de extensión. No creo que se pueda resumir en apenas 200 páginas un siglo en el que, ya definitivamente, se puede considerar que la reconquista se ha saldado con el triunfo del bando cristiano - la liquidación total tardaría un poco más, por problemas estructurales -, durante el que los reínos peninsulares se convierten en actores activos de la política europea - en el sentido de que no son un apéndice de ese continente, sino que intervienen e interfieren activamente - y, sobre todo, que abunda en personalidades fascinantes, cuya figura e importancia, permanecen en la penumbra para la mayoría de los habitantes de esta cosa que llamamos España, Iberia o como se les antoje o prefieran.

Este defecto sería subsanable, pero Linehan comete un error metodólogico imperdonable. De repente, y sin razón alguna, su historia de propone como castellanocéntrica. Dejando a un lado el tufo a cierto pasado dictatorial que esa visión tiene para un lector de la península, adoptar ese enfoque significa olvidar que a partir de ese periodo - yo diría incluso que un poco antes - la historia de los reínos ibéricos no se puede desenredar, ni contar por separado, por lo que se requiere una narración en la que los diferentes puntos de vista - el castellano, el aragones-catalán, el navarro - se equilibren y contrapongan. Para empeorar las cosas, Linehan guarda el silencio aconstumbrado sobre la historia del reíno de Portugal, un error de siglos en la historia de España que sólo contribuye a que dos estados vecinos, como el nuestro y el suyo, sean perfectos desconocidos para sus respectivos habitantes.

Esto valdría ya para dejar el libro en mala posición, pero Linehan se las arregla para fastidiarlo aún más, ya que la mitad del libro se dedica al reinado del Alfonso X, cuya duración es menos de un cuarto del periodo considerado. Si a eso unimos, que el estilo de Linehan es bastante retorcido y que tiene la manía de ir dando saltos temporales y espaciales de decenios y centenares de kilómetros incluso dentro del mismo párrafo, se comprenderá que su narración de los hechos fuera - e incluso dentro - de ese reinado se torna un batiburrillo de alusiones y sobreentendidos que resulta casi imprensible a menos que se tenga cierto conocimiento anterior.

Hasta aquí todo lo malo, pasemos a lo bueno, que también lo hay y salva in extremis este volumen.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

A Proust Odissey: La Prisonnière (III)

Car à des dons  plus profonds, Vinteuil ajoutait celui que peu de musiciens, et même peu de peintres on possédé, d'user de couleurs non seulement si stables mais si personnelles que, pas plus que le temps n'altère leur fraîcheur, les élèves qui imitent celui qu les a trouvées, et les maîtres même qui le dépassent, ne font pâlir leur originalité. La révolution que leur apparition a accomplie ne voit pas ses résultats s'assimiler anonymement aux époques suivantes; elle se déchaîne, elle éclate à nouveau, et seulement quand on rejoue les ouvres du novateur a perpétuité. Chaque timbre se soulignait d'une couleur que toutes les règles du monde apprises par les musiciens les plus savants ne pourraient pas imiter, en sorte que Vinteuil, quoique venu à son heure et fixé à son rang dans l'évolution musicale, le quitterais toujours pour venir prendre la tête dès qu'on jouerait une de ses productions, qui devrait paraître éclose après celle de musiciens plus récents, a ce caractère en apparence contradictoire et en effet trompeur, de durable nouveauté. Une page symphonique de Vinteuil, connue déjà au piano et qu'on entendait à l'orchestre, comme un rayon de jour d'été que le prisme de la fenêtre décompose avant son entrée dans un salle à manger obscure, dévoilait comme un trésor insoupçonné et multicolore toutes les pierreries des Mille et Une Nuits

 Marcel Proust, La Prisonnière.

Porque a dones más profundos, Vinteuil añadía uno que pocos músicos e incluso pocos pintores poseen, utilizar unos colores no sólamente estables sino tan personales que no es ya que el tiempo no marchite su frescura, sino los alumnos que imitan al que los encontró y e incluso los maestros que le superaron, no consiguen hacer palidecer su originalidad. La revolución alcanzada con su aparición no ve sus logros asimilados de forma anónima por las épocas siguientes: se desencadena, explota de nuevo y únicamente cuando se reponen las obras del ese renovador a perpetuidad. Cada tono se subraya con un color que todas las reglas del mundo aprendidas por los músicos más sabios no podrán imitar, de manera que Vinteuil, aunque tiempo y su lugar hayan quedado fijados en la evolución musical, lo abandonará siempre por ponerse a la cabeza en cuanto se interprete una de sus composiciones, una obra que debería aparecer conclusa tras la de músicos mas recientes, tiene ese carácter en apariencia contradictorio y engañoso, de novedad duradera. Una página sinfónica de Vinteuil, conocida al piano y que se escucha a la orquesta, como un rayo de luz que el prisma de una ventana descompone antes de entrar en un comedor obscuro, desvela como un tesoro insospechado y multicolor toda la pedrería de las Mil y una Noches.

El quiento volumen de À la recherche du temps peru, La Prisonnière, es la conclusión del largo proceso de desengaño y desilusión que  parecía constituir el tema central de la novela. Muchos son los ideales del protagonista que han ido haciéndose trizas a lo largo de ese recorrido: Los Guermantes, la vida mundana, los diferentes países y lugares soñados, el teatro y los escritores, el amor y el enamoramiento. Para esta última categoría, La Prisonnière constituye su punto más bajo, un infierno del que sus participantes no pueden salir, y en el que ellos mismos son sus propios verdugos, sin necesidad de demonios que les inflijan su tortura.

Esta última afirmación puede parecer extraña. La novela, al fin y al cabo, no es otra cosa que la narración del encierro que el protagonista impone a su supuesto amor, Albertina. Poseído por unos celos patológicos, el narrador la aparta y esconde del mundo, apartándola de todo tipos de placeres, especialmente los prohibidos, para reservárselos para sí. Sin embargo, ese aislamiento no surge efecto, no ya porque Albertine siempre pueda encontrar la oportunidad de satisfacer sus gustos - ese lesbianismo que el narrador no puede replicar para ella- sino porque el pasado constituye un amplio país desconocido en el que la "traición" vive y se oculta.

No es ya entonces que el narrador someta a su "amada" a continua vigilancia, es que su locura deviene intenso escrutinio de lo ya pasado y casi olvidado. Sus relaciones quedan reducidos a largos interrogatorios, a los que el silencio y la mentira son la única respuesta. Esa así como el encierro, la tortura de Albertine se convierten en el encierro y la tortura del narrador. Para evitar que en el tiempo de su amada existan regiones desconocidas, el mismo se encierra con ella. Para dilucidar ese pasado ignoto pero temido, se ve obligado a interpelarla con frase contrarias a lo que pretende investigar, anticipando la mentira segura con que será satisfecha la seguridad.

Su convivencia se transforma así en un elaborado cruce de cifras y enigmas, durante el que cada uno de ellos intenta engañar y confundir al contrario. Poco amor queda ya en esa relación, de forma que el vínculo, la razón que los une, acaba reducida a torturar permanentemente a su contrario, juego perverso del que forman parte incluso las amenazas de ruptura, último medio de humillar y forzar al oponente.

Llegado a este punto, destruidas toda ilusion, toda esperanza, incluso las más sagradas. ¿Queda algo por lo que vivir? La respuesta sería un rotundo no.

martes, 12 de noviembre de 2013

(Not so) Holy History

One of the most fascinating features of early Christianity is that so many different Christians teachers and Christian groups were saying so many contrary things. it is not just that they said different things. They often said just the opposite things. There is only one God. No, there are many gods. The material world is the good creation of a good God. No, it comes from a cosmic disaster in the divine realm. Jesus came in the flesh. No, he was totally removed from the flesh. Eternal life comes through the redemption of the flesh. No, it does not come through the redemption of the flesh. Paul taught those things. No, Paul taught those other things. Paul was the true apostle. No, Paul misunderstood the message of Jesus. Peter and Paul agreed on every theological point. No, they were completely at odds with one another. Peter that that Christians were not to follow the Jewish law. No, he taught that the Jewish law continued to be in force. And on and on and on, world without end.
Not only did those on every side in all of these debates think that they were right and that their opponents were wrong; they also maintained in all sincerity and honesty that their views were the ones taught by Jesus and his apostles. What is more, they all, apparently, produced books to prove it, books that claimed to be written by apostles and supported their own points of view. What is perhaps most interesting of all, the vast majority of these apostolic books were in fact forges. Christians intent on establishing what was right to believe did so by telling lies, in an attempt to deceive their readers into agreeing that they were the ones who spoke the truth.

Bart D. Ehrman, Forged.

Debido que este fin de semana he estado medio pachucho - o más concretamente, me he sentido completamente vacío de energías - me ha dado tiempo a devorar dos libros del estudioso bíblico Bart D. Ehrman, títulados respectivamente, Jesus, Interrupted y Forged - citado al principio, que se centran en analizar las contradicciones internas del nuevo testamento y los complejos problemas de autoría, cuando no sencillamente de falsificación, de estos escritos fundacionales del cristianismo.

Para que me entiendan bien, cuando digo "Estudioso bíblico", no me estoy refiriendo a un estudio teólogico o desde el punto de vista de un creyento del contenido de los evangelios y demás libros del nuevo testamento. Me estoy refiriendo a un estudio científico que utilizando las herramientas del análisis textual y situando esos documentos en su contexto histórico, busca averiguar quién escribió esos documentos y cuál era su intencionalidad política y religiosa. Con ese punto de partida, Ehrman simplemente intenta divulgar a un público no especializado los resultados de la investigación académica en los últimos dos siglos, de 1800 en adelante, tare para la cual demuestra unas aptitudes didácticas bastante notables, aunque no deje de reciclar material de libro en libro, sin enseñar todo lo sabe en uno solo, en una maniobra comercial más que efectiva.

En sí, esa intención no debería ser especialmente polémica, sobre todo si se tiene en cuenta que Ehrmann se limita a contar lo que son hechos archisabidos. al menos en el entorno académico. Como se puede imaginar, tal intención no sentó muy bien en los sectores más radicales del protestantismo americano, aquellos que proclaman la infabilidad de la Biblia y la fabilidad de toda lo demás, y que no ha permanecido callados a la hora de denunciar y atacar a Ehrman. Esa obsesión no deja de ser paradójica cuando ese autor nunca ha negado la historicidad de Jesús, mientras que proclama que el conocimiento de como y quién escribió la biblia es esencial para comprender el cristianismo y no tiene porque entrar en conflicto con las creencias personales de cada uno.


sábado, 2 de noviembre de 2013

A Proust Odissey: La Prisonnière (II)

J'avais l'insouciance de ceux qui croient leur bonheur durable. C'est justement parce que cette douceur a été nécessaire pour enfanter la douleur - et reviendra du reste la calmer par intermittences - que les hommes peuvent être sincères avec autrui , et même avec eux-mêmes, quand ils se glorifient de la bonté d'une femme envers eux, quoique, à tour prendre, au sein de leur liaison circule constamment d'une façon secrète, inavouée aux autres, ou révélée involontairement par des questions, un inquiétude douloureuse. Mais celle-ci n'aurait pas pu naître sans la douceur préalable; même ensuite, la douceur intermittente est nécessaire pour rendre la souffrance supportable et éviter les ruptures; et la dissimulation de l'enfer secret qu'est la vie commune avec cette femme, jusqu'à la ostentation d'une intimité qu'on prétend douce, exprime un point de vue vrai, un lien général de l'effet à la cause, un des modes selon lesquels la production de la douleur est rendue possible. 

Marcel Proust, La prisonnière.

Tenía la tranquilidad de aquellos que creen su felicidad permanente. Es precisamente porque esa dulzura a sido necesaria para apagar el dolor - y que volvera en cualquier caso a calmarla de vez en cuando - que los seres humanos pueden mostrar sinceridad con otros hombres, e incluso con ellos mismos, cuando se gliran de la bondad que les muestra una mujer, cuando, a su debido tiempo, en el corazón de su relación circula constamente de forma secreta, inconfesado a los otros, or revelado involuntariamente por algunas preguntas, una inquietud dolorosa. Pero ésta última no habría podido nacer sin el la dulzuara anterior, aún más, esa dulzura intermitente es necesaria para tornar soportable el sufrimiento y evitar la ruptura, y la disimulación del infierno secreto que es la vida en común con esa mujer, hasta el extremo de presumir de una intimidad que se finge dulce, expresa un punto de vista verdadero, una relación universal entre efecto y causa, uno de eso modos por los que la creación del dolor resulta posible.

He comentado en otras cosas como lo que el narrador de À la recherche nos cuenta no es más que un elaborado juego de espejos creado por Proust. Tan oculto permanece su verdadero sentido y significado, que la mayoría de los lectores - como me ocurriera en mi primera lectura - no sabrán dar con las claves que permitan desvelar el enigma a menos que se las indiquen. De forma paradójica, para un escritor cuya tesis es demostrar el abismo que media entre obra y persona, entre el autor y su ficción, esas pistas no se encuentran en la propia obra sino que hay que ir a buscarlas en la vida de Proust, en el testimonio de aquellos que le conocieron y que decidieron hablar tras su muerte.