jueves, 30 de marzo de 2017

La red y la expansión (V)

Von 1520 bis 1600 lassen sich mindestens 17 größere Epidemien in der Neuen Welt identifizieren. 1518 tötete die erste Pockenepidemie eine großen Teil der Einwohner von Española soweit sie nicht bereit an einer 1493 mitgebrachten Grippe gestorben waren. Anschließend dezimierte sie 1520 die aztekischen Verteidiger von Tenochtitlán und suchte Südamerika und das südliche Nordamerika heim, noch bevor sich die Europäer dort hatten blocken lassen. Der Inka Huayna Capac soll 1525 daran gestorben sein. Im Peru ist die gedrängt siedelnde  Küstenbevölkerung fast völlig verschwunden und durch Weiße und Afrikaner ersetzt worden, während die verstreuter lebenden Hochlandindianer sich relative besser gehalten haben.- ansteckungsträchtige  Kontakte waren hier seltener
Auch die Bevölkerungsverluste im Bereich der Pueblokuktur der nordamerikanischen Südwestern und der Mississippikultur der Südostens sollen so hoch gewesen sein, dass die Ordnung der  Letzteren sich auflöste und durch neue Verbände von Überlebenden ersetzt wurde. De Soto traf um 1540 im heutigen Südkarolina verlassen und überwucherte Städte an. An der nördlichen Atlantikküste trat die erste Epidemie 1616 bis 1618 auf; einige Stämme wie die Massachusett oder Wampanoaq verloren damals kurzfristig 90 Prozent ihrer Angehörigen. Im Gebiet der Großen Seen begann es 1633; 1639/49 reduzierte eine Pockenepidemie die 21.000 Huronen an die Hälfte.

Wofgang Reinhard, Der Unterwerfung der Welt (la apropiación del mundo)

De 1500 a 1700 se pueden identificar como mínimo 17 grandes epidemias en el nuevo mundo. En 1518 una epidemia de viruela acabó con gran parte de los habitantes de La Hispaniola, de aquéllos que no habían muerto en la epidemia de Gripe de 1493. Posteriormente, en 1520, diezmó a los defensores aztecas de Tenochtitlán y se hizo fuerte en Sudamérica y el sur de Norteamérica, antes incluso de que los Europeos hiciesen sentir su presencia allí. El inca Huayna Capac debió morir de ella en 1525. En Perú, la zona densamente poblada de la costa quedó casi completamente deshabitada y tuvo que ser repoblada por blancos y africanos, mientras las poblaciones dispersas indígenas del Altiplano lo soportaron mejor - lo contactos que llevaran al contrario eran allí más raros.
Las perdidas de población en el ámbito de la cultura Pueblo del suroeste  norteamericano y de la cultura del Mississippi del sudeste deben haber sido también tan altas, que el orden social de los supervivientes se vino abajo y tuvo que ser substituido por nuevas formas sociales. En la costa atlántica del noreste se produjo la primera epidemia de 1616 a 1618, algunas tribus como los Massachusett o los Wampanoaq perdieron a corto plazo un 90 por ciento de sus miembros. En la cuenca de los grandes lagos comenzó en 1633, una epidemia de viruela de 1643 a 1649  redujo a la mitad a los 21.000 hurones.

En entradas anteriores, les comentaba las grandes dificultades de la expansión marítima europea en los mares de Asia y sus parcos resultados, medidos en territorios conquistados. a principios del XVII la presencia de portugueses, españoles, holandeses, ingleses y franceses se reducía a unos pocos enclaves e incluso se podía decir que se había reducido con respecto a su máximo a finales del XVI. Japoneses y Chinos habían conseguido cerrar sus fronteras y expulsar a estos molestos recién llegados, tolerándolos sólo allí donde les podían hacer falta y en los términos dictados por esos grandes imperios. En el resto, la presencia Europea sólo se había mantenido pujante por el desinterés marítimo de los grandes imperios asiáticos, demasiado ocupados por las campañas y guerras terrestres. De hecho, el único logro de esta primera expansión europea fue precisamente la construcción de una red de comunicación marítima mundial controlada por Occidente, pero para que este factor pesará de forma decisiva en la balanza habría que esperar al siglo XVIII y la supremacía bélica de los ejércitos europeos.

Esa supremacía no existía en el siglo XVI, de forma que las aventuras militares europeas en África y Asia solían terminar en desastres sin paliativos o tensos puntos muertos sin posibilidad de expansión. Añádase que la propia Europa se encontraba bajo asedio en el siglo XVI, amenzada por una expansión otomana que había alcanzado las puertas de Viena y había convertido el Mediterráneo, de nuevo, en un lago musulmán. Por eso, resultan tan llamativas e inesperadas las conquistas españolas en América, que sólo cabe calificar de cataclísmicas y que parecen desafiar toda explicación. Por ofrecer algunos datos comparativos, entre 1520 y 1540,  en el espacio de una generación, los conquistadores españoles se hacen con los imperios azteca e inca; mientras que hacia 1580, en el espacio de la vida de un hombre, han completado la conquista del espacio americano.

Las explicaciones de este cataclismo han sido muchas y muy variadas. La tradición imperial española, luego nacionalista, lo atribuía a una mezcla de furor bélico y protección divina que había entregado a esos pueblos inferiores a merced de los invasores. Aunque transnochada e inaceptable, ha sobrevivido en una argumentación más neutra que hace de la superioridad tecnológica europea una ventaja decisiva. Sin embargo, esa ventaja basada en el arcabúz, el cañon, la caballería, junto con las armas y armaduras de acero quedaba rápidamente invalidada por la exigüidad de los ejércitos de los conquistadores. En cuanto estos se adentraron en pueblos que combatían con métodos de guerra de guerrillas, como los araucanos de Chile o los Pueblo de los EEUU, los españoles sufrieron derrotas aplastantes, tan graves que las fronteras no se movieron hasta el siglo XVIII y en algunos casos hasta el siglo XIX, tras la independencia.

De hecho,  puede decirse que el elevado nivel cultural y organizativo de aztecas e incas jugó en contra de ellos, más aún cuando la conquista española utilizó sin reparos tácticas de bandidaje y piratería, que tomaban como objetivo las élites locales para descabezar así cualquier resistencia organizada. Estos métodos de hacer la guerra, heredados del combate contra el moro durante la reconquista, al que como "otro" no se le reconocía el derecho al honor, la clemencia o el cuartel, nos llevarían a otro argumento no menos atractivo y antiguo, a pesar de su aparente actualidad debido a la descolonización y el antimperialismo: la conquista española se habría debido al uso de métodos terroristas, rayanos con el genocidio, que habrían dejado a las poblaciones indígenas sumidas en el estupor, incapaces de reaccionar y organizarse.

Sin embargo, aunque el uso del terror, expresado en el recurso frecuente a las matanzas indiscriminadas, fueron una táctica recurrente en la expansión española, buena parte de la conquista no hubiera podido realizarse sin la colaboración voluntaria de las poblaciones locales. El ejemplo más claro es de la alianza de Cortés con los Tlaxcaltecas, quienes engrosaron las exiguas fuerzas del conquistador y le proveyeron de la carne de cañón que le permitía hacer frente a los aztecas sin malgastar el núcleo de españoles que constituía su última baza. Por otra parte, el auténtico genocidio y opresión de las poblaciones no es contemporáneo a la conquista, sino posterior, desarrollándose cuando los conquistadores se reparten las tierras y a los indios. El régimen de trabajos forzados al que se vieron sometidos llevó a que algunas de estas servidumbres, como el trabajo en las minas del Potosí abastecido por el sistema de la mita, se convirtieran en auténticas condenas de muerte, a las que los indígenas supervivientes intentaban substraerse por cualquier medio posible.

La auténtica causa, tanto de la conquista como de la catástrofe demográfica posterior, se halla en otra parte, en los gérmenes traídos por europeos ante los cuales los indios no tenían protección alguna. El avance imparable de las enfermedades precedía al de los conquistadores, diezmando las poblaciones, convirtiendo las ciudades en desiertos, destruyendo las estructuras locales y eliminando a las élite gobernantes.

Tal fue su impacto que se piensa que la población se redujó, como poco, en un 90%, y en algunas regiones, como las islas del Caribe, en un 100%. Éste y no otro, fue el auténtico furo divino que devastó las Américas, destruyó sus florecientes civilizaciones y permitió que pequeñas bandas de bandidos, se apoderasen de ellas.

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