sábado, 8 de julio de 2017

Paisajes abstractos


A pesar de tener una sede reservada exclusivamente para la fotografía, desde hace un par de años la Fundanción Mapfre viene cerrándola durante el verano, para dedicar a ese arte el espacio de sus salas principales. En esta ocasión, por partida doble, ya que la planta baja está dedicada al genero del retrato, mientras que en la primera se estudia la obra de un fotografo alemán de la primera mitad del siglo XX: Albert Renger-Patschz.

Si fuéremos a situar a Renger-Patschz en la historia de la fotografía habría que clasificarlo como uno de los maestros modernos que marcaron ese siglo XX. En su primera mitad, el arte de la fotografía empezó a separarse del pictoricismo que había marcado su historia desde los inicios, perdiendo además cualquier complejo de inferioridad que tuviera frente a la pintura, para dotarse así de un lenguaje propio. Ese despegue se logró por dos vías que se bifurcaban y que para mucho continúan siendo irreconciliables. En primer lugar, mediante el ascenso del fotoperiodismo y su intento por capturar de manera instantánea una realidad pasajera, manera que aún marca el modo en que concebimos este arte. En segundo lugar por la experimentación pura y la inserción de la fotrografía en las vanguardias, de forma que la representación de la  realidad no fuese el objetivo de este arte, sino que se abriese paso a la manipulación, incluso la distorsión, de la imagen captada.


Caminos opuestos, como pueden ver, entre los cuales había y hay espacio suficiente para elegir cualquier trayectoria. Como parece ser el caso de Renger-Patschz quien recorre al mismo tiempo las vías del realismo y de la abstracción. Este fotógrafo es esencialmente realista, puesto que sus temas son siempre visiones objetivas del mundo. De hecho, su obra más famosa, Die Welt ist schön (el mundo es bello), compilado y publicado en los años veinte, es realmente una enciclopedia del mundo que nos rodea. Un intento, como han hecho muchos fotógrafos posteriores, de resumir la variedad inagotable de nuestro planeta en unas pocas fotos, para así conseguir que aprendiésemos a verlo. Que volviésemos a saber cómo había que contemplarlo.

Sin embargo, este realismo esencial de la obra de Renger-Parschz no impide que sus fotografías sean también abstractas. Muchas veces su cámara buscan capturar detalles casi microscópicos, con la consecuencia que el tema termina por hacerse casi irreconocible. Por ejemplo, sus fotografías botánicas recuerdan a complejas maquinarías, mientras que sus obras industriales tienen un carácter orgánico y natural, asemejandose en su encuadre a árboles y cavernas. Este continuo transitar entre lo artificial y lo natural, como si fueran cara y cruz de una misma moneda, es constante en su obra, culminado en sus fotografías finales de relieves naturales, en donde los pliegues de los estratos parecen casi hatos de ropa.

A esta abstracción de la realidad contribuye también el hecho que la figura humana se halla prácticamente ausente de sus fotografías. Sus ambientes urbanos están normalmente desiertos, como si alguna catástrofe invisible nos hubiera eliminado de ellos sin causar ningún otro daño. O quizás como si nuestras creaciones, fabricas, viviendas, ferrocarriles, lineas de alta tensión y telefónicas, nos hubieran remplazado, se hubieran convertido en los nuevos habitantes de un espacio que nosotros  mismo habríamos creado para lo heredasen y habitasen. De hecho, las pocas veces que los seres humanos aparecen en sus fotos, parecen estar de más, tornarse en presencias incómodas. Como si esos lugares, antaño habitados, se hubieran tornado hostiles, dejado de ser hogares.

Por todo esto, en las fografías de Renger-Patzsch siempre hay una tensión, una inquietud y un desasosiego. Atenuada, cierto, pero no menos perceptible, no menos efectiva en los espectadores. Porque al ver un paisaje de este fotógrafo, ya sea urbano o rural, natural o artificial, sentimos que estamos de paso, que debemos ponernos enseguida de nuevo en camino.

 Ése no es nuestro hogar, ni allí podremos encontrar refugio. Y nada nos dice que hayamos de encontrarlo más tarde, más adelante.


No hay comentarios: