miércoles, 14 de febrero de 2018

Lucimiento



























En una de las muchas escenas magníficas de Yoake Tsugeru Lu no Uta (La canción de Lu, la de más allá del muro, podría ser su traducción), la otra película que Yuasa Masaaki ha rodado el año pasado, los habitantes de la aldea de pescadores donde transcurre la acción comienzan a danzar de manera incontenible y espontánea, arrebatados por la canción de la sirena Lu, quien da nombre a la cinta. Fuera del indiscutible reto, y logro, que constituye cualquier escena de baile, en especial si involucra a todo el reparto, Yuasa incluyó un guiño al alcance sólo de los conocedores de la historia de la animación. 

Se trata de una pequeña diferencia con como se aborda normalmente el tema de la danza en animación. En Disney, por ejemplo, se limita a ser un mero ejercicio de lucimiento técnico, con el que demostrar que se dispone del presupuesto, recursos, pericia y personal para poder conseguir un resultado logrado en lo que es, no se olvide, uno de los retos más difíciles al que puede enfrentarse un animador. Fuera de este ejercicio de presunción quedan, como puede esperarse, la emoción, el sobresalto y el placer, tanto de los danzarines como del espectador. Sin embargo, cualquier aficionado a la animación que sepa algo de la historia de esa forma, en concreto en la América de los años 30, sabrá que había una productora cuyos productos, precisamente, se caracterizaban por esos rasgos. Su animación era tosca y anárquica, sus cortos no tenían consistencia temática o narrativa, pero sus creadores entendían de música, más aún, sentían la música y el ritmo. Lo bastante para dejarse arrastrar por ella. Estos productores eran los hermanos Fleischer y la escena de Yoake Tsugeru Lu no Uta tiene todos los visos de auténtico homenaje.


Este momento no es, por otra parte, un logro aislado. Muy al contrario. La cinta está repleta de estos momentos de lucimiento, de exhibición, como si Yuasa y su nuevo estudio, Science Saru, se viesen obligados a a demostrar y renovar, a cada instante, una fama y una valía que creo nadie les discute. Algunos de esos estudios en animación adquieren rango de casi milagro, por su dificultad y complejidad, incluso aunque haya que contar con las inmensas posibilidades ofrecidas por la animación por ordenador. Técnicas que, aunque me queje mucho y me entregue a interminables diatribas, han conseguido hacer posible lo imposible, hacer realidad los sueños de generaciones enteras de animadores. Literalmente y sin exagerar.

Yoake Tsugeru Lu no Uta es, por méritos propios, una obra mayor de Yuasa, a la altura de lo que se puede y se debe esperar de un creador de su calibre. Sin embargo, si me permiten decirlo, me parece que queda un tanto por debajo de Yoru wa Mijikashi, Aruke yo Otome (La noche es corta, camina, joven), la otra película de ese año prodigioso de Yuasa. La razón es muy sencilla. Desde Mind Game (2004), el cine de este autor se había caracterizado por tres características principales. Primero, por ser un cine destinado a un público adulto o, como poco, a una juventud ya crecida, al estilo de lo que podría ser el cómic para mayores europeo. En segundo lugar, por una energía desbordante que sólo podía ser plasmada con una complejidad visual rayana en el cine experimental. Por último, por una clara aspiración a la profundidad, por plantearse preguntas sobre la existencia, rasgo que le hermanaba con el anime de tiempos pasados -ya saben, ése por el que siento tan errada nostalgia -. O de nuevo, con el cómic europeo.

Pues bien, encuentro que los puntos uno y tres se han atenuado un tanto en Yoake Tsugeru Lu no Uta. A pesar de toda su exuberancia visual, digna del mejor Yuasa, esta obra adolece de haber sido un tanto contaminada por ese complejo Moe/Kawai que infecta todo el anime de las dos últimas décadas. Ése es, y no otro, es el principal problema que aqueja al personaje que da nombre a la película, la sirenita Lu. En su diseño y ademanes, en su torpeza e inocencia, en su habla a trompicones, parece haber sido diseñada exclusivamente como mona y adorable, como si se hubiese escapado de otras series con mayor gancho popular, destinadas a ser taquillazos. Las opuestas, por tamto a todo lo que representa Yuasa, o al menos representaba, .

 Es cierto que cierto que no se llega a los extremos de otras series y películas, en donde premisas interesantes, incluso inusuales, son desmochadas por la necesidad de incluir esas muletas obligatorias en todo anime moderno que se precie. Ese ridículo al menos nos lo ahorramos. Tampoco se llega al extremo de Kimi no Na wa (Tu nombre, 2016), la última de Shinkai Makoto, que si hubiera sido filmada por otro director no habría tenido ni la mitad de fama. Por suerte, Yuasa sigue siendo Yuasa, pero eso no quita que Yoake Tsugeru Lu no Uta me parezca un tanto blanda y superficial, deslavazada en su estructura, errante en su desarrollo. Defectos que, por cierto, comparte con la famosísima Mind Game, sólo que sin la brillantez o la locura visual de ésta.


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